Nació en 1883, lejos de París, y supo muy pronto de abandonos y orfanatos
dirigidos por monjas que, con el correr del tiempo, convirtió en "tías" a la
hora de conceder entrevistas. Ya a los veinte años se lanzó a la vida social
desde los márgenes, como costurera de un círculo compuesto por jóvenes
militares amantes de la hípica, en Moulins.
Como no provenía de una familia aristocrática, su destino parecía perfilarse
como el de mera acompañante. El género "mujer mantenida", en la Francia de
la bella época, tenía varios matices que iban desde la grande horizontale,
que acababa con la fortuna y el buen nombre del sujeto, hasta la prostituta
de la calle, pasando por la irregulire, que no podía por algún motivo
casarse con el caballero, y la célebre cocotte.
Coco Chanel distorsionó sabiamente un destino seguro de cocotte y desafió
las convenciones. Con un instinto comercial notable que la acompañaría toda
su vida, descubrió que el asunto pasaba por su vestuario personal. Mientras
las cocottes se vestían de manera recargada, ella comenzó a despojarse cada
vez más. Allí se inicia la leyenda que asegura que su lugar en el destino de
la moda femenina del siglo XX comenzó por los consejos que le pedían el
resto de las mujeres.
Hizo de su propio gusto un verdadero negocio pero, además, fue la encargada
de liberar de apremiantes corsés (prácticos y simbólicos) a las mujeres.
Descomprimió así el universo del ropaje femenino, otorgándole al cuerpo de
las mujeres una libertad que desconocían, promoviendo el uso de géneros
hasta entonces considerados bastos, como el tejido. No es exagerado decir
que la liberación en los movimientos de los cuerpos terminó por trasladarse
a otras liberaciones.
En
términos sociales y políticos, Coco fue tan discutida como el siglo o, más
precisamente, como la gran mayoría de los franceses de su tiempo. Hasta su
llegada al universo de la moda, el diseñador o el modisto era apenas un
integrante más del cuerpo de sirvientes de las clases adineradas. Jamás una
mujer de la sociedad podía considerar un par a un modisto y ni siquiera se
dignaban a saludarlo por la calle. Con Chanel cambió eso. A su vigoroso
rechazo por los reclamos de los obreros, sumó una distintiva orientación
para juntarse con las clases altas y los poderosos de todo signo político.
Como ejemplo basta su último amante, un diplomático alemán con quien pasó un
tiempo durante la ocupación nazi, cuando ya tenía 58 años.
No
dibujaba sus diseños sino que trabajaba sobre el cuerpo de las modelos horas
y horas. Era casi una escultora de vestidos. Sus clásicos vestidos negros,
sus trajes de chaqueta y pollera corta, sus blusas blancas despojadas
surgieron de esas pruebas.
A
los cuarenta decidió que le faltaba su propio perfume. De las diversas
muestras que le acercaron, la número 5 se llevó su aprobación. Desde
entonces el Chanel número 5, el mismo con el que dormía Marilyn, se
convirtió en la fragancia del siglo.
Multimillonaria y muy sola, Coco Chanel murió en sus habitaciones del Hotel
Ritz a los 88 años, un domingo de enero de 1.971.
Coco creyó firmemente que la elegancia en la ropa significa "libertad al
moverse".
Las mujeres de París siguieron sus pasos y eventualmente sus legendarios
diseños encontraron el camino a los guardarropas de las damas de muchas
partes del mundo.
Creó clásicos de la moda. Por mencionar algunas de sus aportaciones, quién
puede olvidar el Chanel "suit", el vestidito negro ("little black dress"),
el suéter con cuello de tortuga, los sacos, las gabardinas y las chaquetas
("french coat") que antes eran sólo para hombres.
Es
de admirar que en una sociedad como la de París, en donde se veía a las
mujeres de la aristocracia lucir sus finísimas joyas, Coco Chanel
revolucionara la moda con una increíble colección de joyería de fantasía.
Las famosas tiras de perlas alrededor del cuello, los cintos de cadena, los
aretes y las pulseras de aleaciones de distintos metales que sustituyeron al
oro, siguen adornando a las mujeres de este siglo.
Sin olvidar las bolsas acolchadas o "quilted" que marcaron un sello clásico
que no sólo dejó huella sino que hoy por hoy sigue siendo un signo de
elegancia y distinción.
El
juego y la combinación de los colores clásicos, tanto el beige como el
blanco y el negro, caracterizaron sus colecciones de ropa. El coordinado se
veía tanto en vestidos de noche como en trajes sastres. Y precisamente en
éstos marcó otro de sus grandes sellos: los puños y el cuello blanco.
Gracias al buen gusto que tenía Coco para la mezcla de tonalidades, llegó a
vestir literalmente a la mujer de los pies a la cabeza, dejándonos una gran
herencia clásica en los zapatos de dos tonos con traba y el talón casi
desnudo. |