Nacido en Brookline Massachusetts el 29-5 de 1917 John fue el segundo hijo de
una familia numerosa, su padre Hizo un imperio económico a partir del
patrimonio modesto heredado de su abuelo Patrick, de origen irlandés.
Debido a la especulación en la bolsa, las inversiones en la creciente
industria cinematográfica, el negocio del alcohol en los tiempos de la Ley
Seca o el alquiler de viviendas populares, Joseph Kennedy logró hacer una
inmensa fortuna que le colocó entre lo mejor de la cerrada sociedad
bostoniana. Una vez conseguida una inmejorable posición económica, su acceso
al poder político se produjo en virtud de su matrimonio con Rose, hija del
alcalde de Boston, lo que le colocaba en una envidiable situación cercana a
los círculos del poder.
Su
olfato político y empresarial le llevó a apoyar la campaña electoral del
futuro presidente Roosevelt, lo que sin duda acrecentó su poder e influencia
en el ámbito norteamericano. La crisis de 1929 y la caída de la bolsa de
Nueva York no mermaron su posición económica, saliendo reforzado gracias a
su visión para los negocios y a los contactos políticos.
Después de la recesión, fue nombrado inspector general de Wall Street, no
sin levantar recelos y suspicacias en el mundo financiero y empresarial de
Nueva York, que le consideraba un recién llegado o advenedizo.
En
1938 fue nombrado embajador en Londres, cargo que desempeñará hasta 1941,
gracias a su amistad con Roosevelt, lo que significa el punto culminante de
su carrera política. Consciente de su papel como fundador de una dinastía
política y económica, su ambición personal se proyecta a partir de entonces
en sus hijos, a los que preparará para asumir en el futuro altos cargos en
la administración norteamericana. Ambiciona que alguno de sus hijos ocupe el
sillón presidencial, para lo que les inculca valores como el sacrificio y la
competitividad.
En
un principio, las esperanzas del patriarca están puestas en el hermano
mayor, Joseph. Este ejerce un papel protector sobre John, un niño débil y
enfermizo, con problemas en la espalda que le causan fuertes dolores a lo
largo de toda su vida. John estudia en el Croate College de Wallinford (Connecticut),
sin lograr brillantes resultados. En 1936 ingresa en la Universidad de
Harvard, fuente de altos cargos en la Administración estadounidense, donde
estudia Derecho. Hasta entones no muestra un especial interés por la
política. Sin embargo, su padre estimula sus inquietudes políticas y
sociales al enviarle durante dos años (1937-38) de gira por varios países
europeos.
Parece ser que la Guerra Civil española, acontecimiento en el que muchos
jóvenes de la época adquirieron conciencia política, sirvió de catalizador
de sus intereses y le encaminó hacia el abandono de los estudios en Derecho
y su licenciatura en Ciencias Políticas. Así, en 1940, se graduó con una
tesis sobre la "política de apaciguamiento" hacia el expansionismo nazi
desempeñada por Gran Bretaña y su primer ministro Chamberlain, titulada
"¿Por qué dormía Inglaterra?". Su conciencia democrática y patriótica le
hizo intentar alistarse en la Marina al iniciarse la entrada de Estados
Unidos en la II Guerra Mundial, pero con motivo de sus problemas de espalda
fue rechazado. Su padre intervino y logro que fuera admitido, prestando
servicio como comandante en una lancha torpedera destinada en el Océano
Pacífico. Una acción de guerra le valió ser condecorado, pues ayudó a salvar
a un compañero de morir ahogado tras ser hundido su barco por el destructor
japonés Amagiri, en 1943. Cuando volvió a Estados Unidos duro una larga
temporada reponiéndose de su lesión, agravada por la Guerra, en este periodo
se encaminó hacia el desempeño de la profesión periodística. En este momento
no confía en poder iniciar su carrera como político, pues ve fuertemente
mermada su capacidad física por su lesión de espalda. Trabaja entonces como
comentarista político en el International News Service, si bien a los pocos
meses su vida da un giro inesperado.
En
1944, su hermano mayor Joseph, que prestaba servicio en la aviación
estadounidense, muere accidentalmente cuando se dirigía a destruir una
fábrica alemana de bombas. Ante este hecho, el patriarca familiar decide
proyectar en el joven John las ambiciones políticas que tenía puestas en
Joseph. La carrera política de John se inicia en 1946, cuando consigue un
puesto de congresista por el estado de Massachusett. La larga mano de su
padre está detrás de su nominación: su influencia política y su poder
económico se ponen al servicio de la campaña electoral de John en el seno
del Partido demócrata, quien sólo cuenta 29 años y debe transformar su vida
y su personalidad para conseguir hacer de sí mismo un político profesional.
Comienza a ascender tanto en el seno del Partido como del ámbito político
norteamericano. En 1948 y 1950 es reelegido para el cargo, lo que acrecienta
su popularidad y capacidad de influencia. Ya no es aquél joven tímido de
cuando empezó, sino que sabe valorar y utilizar sus armas físicas e
intelectuales. El electorado y su propio partido lo ven como un joven
pujante, emprendedor y culto, representante de una nación y una sociedad que
se ven a sí mismas poseedoras de valores semejantes.
Estados Unidos ha sido la gran triunfadora de la Guerra. Su entrada en la
contienda ha servido para salvar a las rancias democracias europeas del
acoso de los totalitarismos y su aportación económica se empieza antojar
fundamental para la reconstrucción de Europa, como demostrará el Plan
Marshall.
Los Estados Unidos, con menos de doscientos años de historia, ocupan ahora
una posición hegemónica en el conjunto del mundo occidental, gracias a su
capacidad de sacrificio, esfuerzo y superación. Son todos ellos valores que
el electorado proyectará sobre la figura del joven Kennedy, quien se plantea
ahora dar un paso más en su fulgurante carrera política: ser senador.
Resultará fácil, pues logra una diferencia de más de 70.000 votos sobre su
oponente, Henry C. Lodge. El mismo año de su elección como senador conoció a
su futura esposa, Jacqueline Lee Bouver, por entonces periodista del
Washington Times Herald. El papel de su esposa en la carrera política de
Kennedy no debe ser desdeñado, pues contribuyó a dar del futuro presidente
una imagen de hombre de familia que complementaba las aptitudes antes
citadas. Incluso tras la muerte de John, la figura de Jacqueline juega un
papel simbólico de primer orden en la sociedad norteamericana, como la
"viuda de América". En 1957, Kennedy gana el premio Pulitzer gracias a su
libro "Perfiles de Coraje", en el que describe, a través de la figura de
personajes importantes de la historia de Estados Unidos, los valores y
características que aportaron para el desarrollo de la nación: el sacrificio
personal, la entrega, la fortaleza de carácter. No en vano, Kennedy escribe
este libro durante un periodo de convalecencia, pues ha sido operado de la
espalda. Su ambición política, detrás de la que está la figura de su padre,
le hace intentar formar parte de la candidatura demócrata a la presidencia,
acompañando como vicepresidente a Adlai. E. Stevenson. Sin embargo, su
propuesta es rechazada por su propio partido, lo que hace que en las
siguientes elecciones se postule directamente como candidato presidencial.
Reelegido para el senado en 1958, es designado por la Convención como
candidato para las siguientes elecciones nacionales. Forma un grupo de
trabajo formado por jóvenes liberales, entre los que destaca su hermano
Robert. Aunque derrota a su oponente Johnson, posteriormente le incorpora
como vicepresidente en su etapa de gobierno.
El
dúo Kennedy-Johnson se presenta a las elecciones con un programa demócrata
liberal. Enfrente está, por el partido republicano, Richard Nixon. La
campaña electoral es dura, pues el electorado norteamericano parece remiso a
confiar en un candidato a presidente demasiado joven, conforme a los
precedentes. Se le achaca también, en un país de mayoría protestante, su
condición de católico, ante lo que Kennedy alega que, caso de ser elegido,
sus creencias religiosas no interferirán en sus decisiones políticas.
Aprovechando su imagen jovial, lanza un programa renovador, muy crítico con
el estatismo de la etapa presidencial de Eisenhower. Kennedy quiere que el
electorado identifique su figura con la de los pioneros que construyeron la
nación americana: jóvenes, dinámicos, luchadores. Denomina a su programa
como Nueva Frontera, bajo el cual promete emprender una renovación de las
estructuras sociales, políticas y económicas que acaben con las
desigualdades raciales y económicas. Pretende, además, integrar al
electorado en la presidencia del país e incorporarlo a los ámbitos de
decisión, siguiendo una frase para él muy querida:
"No preguntes lo que América puede hacer por ti sino lo que tú puedes hacer
por América".
Sólo 130.000 votos de diferencia le permiten derrotar a Nixon en 1960. Muy
importante resulta, por primera vez, el debate televisado que enfrenta a
ambos. La imagen de un Kennedy joven, seguro de sí mismo e inteligente se
opone a la de un Nixon con barba, algo torpe y lento de reflejos.
Llegado al poder, nombra a su hermano secretario de Justicia, e incorpora a
Robert McNamara como responsable de Defensa y Rusk como secretario de
Estado. Los objetivos del nuevo gabinete son el desarrollo económico, la
elaboración de una eficaz política de defensa frente a la URSS y el
comunismo, la reforma de una Administración anquilosada y el despliegue de
una política de intervención en América Latina -llamada Alianza para el
progreso- que, a partir del desarrollo económico, impida la expansión del
comunismo en los que muchos entienden como el "patio trasero" de Estados
Unidos. Igualmente son importantes sus iniciativas de contenido social,
fundamentalmente dirigidas por su hermano Robert.
Volcado en política exterior - no olvidemos que la URSS y EEUU juegan en
esta época una partida de ajedrez, con misiles de por medio -, su primera
crisis importante surge con la Cuba comunista de Fidel Castro. Kennedy teme
que el ejemplo cubano se transmita a otros países latinoamericanos, "efecto
dominó", por lo que emprende un programa de ayudas por un importe de 46.000
dólares, destinado a lograr el desarrollo económico regional. Todos los
países americanos aceptan de buen grado la ayuda americana, excepto Cuba, en
la órbita de la URSS. En 1961, siguiendo un plan trazado durante la
presidencia de Eisenhower, un grupo de cubanos exiliados en Miami
intentaron, con el visto bueno de Kennedy, tomar la isla caribeña
desembarcando en Bahía de Cochinos. El intento acabó en un sonado fracaso y
dio al traste con la política de distensión que EEUU y la URSS, con Kruschev
al frente, intentaban implantar. Además, sirvió para que castro fortaleciera
su posición en el poder, inaugurando un problema de malas relaciones que se
extenderá hasta la actualidad. No obstante, un episodio de mayor gravedad
sucederá en 1962, cuando aviones espía norteamericanos descubran la
instalación de misiles soviéticos en Cuba. La reacción de Kennedy fue
imponer un bloqueo total de la isla hasta que los misiles no fuesen
desmantelados.
Las relaciones entre EEUU y la URSS empeoraron hasta el punto que durante
unos meses se temió el estallido de una guerra nuclear. Finalmente, el líder
soviético accedió a desmantelar las instalaciones. Con ello, Kennedy se
apuntó diversos tantos: su política de firmeza le ganó los apoyos de su
electorado y del bloque occidental; además, se apuntó un tanto en el
particular enfrentamiento con la Unión Soviética y enseñó el camino de lo
que pasaría si en otros países intentara imponerse un sistema comunista. A
pesar de ello, la partida continuaba, y esta vez el tablero se desplazaría
al sudeste asiático. En Indochina, expulsados los franceses, el comunismo
parecía instalarse en Laos.
Kennedy lanzó un programa de ayuda militar al gobierno pro-estadounidense
que incluía la intervención directa de tropas norteamericanas. La situación
llegó a un "impasse" en el que se produjo un alto el fuego y una reunión en
Viena con Kruschev, en la que ambos líderes acordaron la neutralidad de
Laos. Otro punto de fricción entre ambos dirigentes tuvo relación con la
ciudad de Berlín. Ocupada por los aliados tras la II Guerra Mundial, la
ciudad estaba dividida en dos sectores, uno occidental, bajo influencia
norteamericana, y otro oriental, bajo control soviético. La decisión de
estos de levantar un Muro que impidiera el acceso entre ambos lados supuso
un motivo enfrentamiento, que nuevamente dio como resultado el envío de
tropas norteamericanas. Kennedy se fue a Berlín en 1963 para mostrar su
apoyo a la población del margen occidental. "Yo también soy berlinés",
pronunció. Kennedy estaba en la cresta de su popularidad, aclamado por las
poblaciones que visitó.
Su
deseo de implantar una distensión en las relaciones con la URSS le llevó a
sugerir el establecimiento de una línea de comunicación directa entre el
presidente norteamericano y el máximo dirigente soviética, que en adelante
evitara la posibilidad de un incremento en la escala de tensión. Es el
llamado "teléfono rojo". Su pretensión de acabar con la Guerra Fría, en los
que coincide con otra personalidad notable, Kruschev, le llevan a firmar un
tratado con la URSS y Gran Bretaña por el que se prohíben las pruebas
nucleares.
Si
son notables sus logros en política exterior, sí que cabe achacarle un error
mayúsculo y de importancia capital para la historia de su país. Solucionada
la crisis de Laos, promueve la intervención directa de Estados Unidos en
Vietnam, en contra del gobierno comunista de Diem. El envío de 16.000
soldados supone el comienzo de un conflicto cuya significación en la memoria
histórica norteamericana no puede ser más negativa, pues supusieron la
pérdida de miles de vidas humanas en un conflicto que aquélla sociedad nunca
pudo entender. En política interior, su programa de reformas hubo de hacer
frente a la mayoría republicana en el Congreso. Su primera iniciativa fue la
sujeción de la inflación, a la que siguió el establecimiento de un salario
mínimo, la implantación de un programa de obras públicas y la reducción de
impuestos.
Su
política social incluyó algunos programas de distribución de alimentos a los
grupos desfavorecidos y la subvención de la enseñanza pública. Sin embargo,
la promoción de una igualdad entre negros y blancos resulta un punto
negativo en su política interior, pues sólo realizó tímidos avances una vez
lograda la presidencia. No obstante, aunque más efectistas que efectivas -
como le achacaría Martin Luther King-, sus intervenciones, en especial la de
su hermano Robert, en favor de la igualdad racial abrieron un camino que
terminaría por expandirse en los próximos años, en especial durante el
periodo liberal de Johnson.
El
22 de noviembre de 1963 Kennedy se encontraba en Dallas con motivo de una
gira electoral que le había llevado por varios estados. Saludando a la
multitud desde un coche descubierto, recibió varios disparos en cabeza y
cuello que le causaron la muerte. El autor único, según la investigación del
suceso a cargo del juez Warren, fue lee Harvey Oswald, un enajenado
ex-marine pro-comunista. Arrestado poco después de los sucesos en el
interior de un cine, dos días más tarde fue asesinado por Jack Ruby, quien
murió también poco más tarde en circunstancias poco claras. A partir de
entonces, las dudas, lagunas y conjeturas acerca del asesinato de Kennedy no
han hecho sino aumentar, apuntando la posibilidad, nunca desvelada, de que
fueran varios los autores del crimen y respondieran a un complot contra el
Presidente. Su asesinato conmocionó a la opinión pública, contribuyendo, aun
más que su carrera política, a la creación de un mito.
Pocos personajes como Kennedy a lo largo de la Historia han tenido una carga
simbólica y representativa tan importante. Su figura sirve como icono
cargado de los valores de toda una época, los años sesenta, probablemente
sobrevalorada en cuanto a los logros efectivos y los cambios y
transformaciones conseguidas, pero sin duda apasionante en cuanto al
espíritu de renovación, al ímpetu y la búsqueda de nuevas formas políticas,
sociales y culturales.
Si
en los años sesenta confluyen dos mundos, uno que se acaba -el de la
posguerra- y otro que empieza a brotar -el de la globalización y la
postmodernidad de finales del siglo XX -, Kennedy puede por sí solo
representar la piedra de toque del cambio y el proceso de transformación. Y
no es que, en lo personal, sus acciones difirieran demasiado de las de
algunos de sus predecesores o introdujera modos excesivamente radicales de
hacer política, sino que su figura, su carisma, su imagen pública, sus
gestos fueron entendidos por una sociedad ávida de cambios como el símbolo
de la llegada de nuevos tiempos. Y su muerte, revestida de cierta
teatralidad y repetida hasta la saciedad por un medio -la televisión- cuya
capacidad de creación de personajes y mitos ya se empieza a vislumbrar,
contribuye aun en mayor medida a agrandar la figura del personaje, dando a
la sociedad lo que ella misma tan ansiosamente demanda e incluso necesita.
Como el de Lincoln, el asesinato de Kennedy contribuyó a magnificar su
imagen y su recuerdo, a veces incluso deformando aspectos concretos de su
persona y sobrevalorando u obviando algunos extremos de su acción política.
Kennedy fue un político de fuerte imagen, pues no se debe olvidar que fue el
más joven presidente de los Estados Unidos. Simpático, bien parecido, sus
discursos llegaban a un electorado que recibía de buen gusto consignas de
apertura y renovación. La utilización de un medio audiovisual de importancia
creciente como la televisión le dio una popularidad considerable, comparada
con la alcanzada por Roosevelt en sus discursos radiofónicos. Kennedy, en
fin, es producto de su época en la misma medida en que él mismo, más aun, su
imagen como personaje, contribuye a representar aires de cambio y renovación
en una sociedad como la norteamericana de los años sesenta, que se ve a sí
misma en la vanguardia del mundo occidental. |
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