Escritor y jurista francés, nació el 18 de enero de 1689 en el Château de La
Brède. De familia noble, inició sus estudios con los oratorianos de Juilly,
cerca de París, y posteriormente estudió leyes en Burdeos.
Tras la muerte de su padre (1713), fue elegido consejero del Parlamento de
Burdeos y en 1716 heredó de su tío, el barón de Montesquieu, una presidencia
del Parlamento y el título de barón. Este mismo año ingresó en la Academia
de Ciencias de Burdeos, donde leyó un ensayo sobre la política religiosa de
los romanos y varias memorias y ensayos económicos, científicos y médicos.
Se
dio a conocer como escritor con sus Cartas persas (1721). La fama que
adquirió con esta y otras obras le abrió las puertas de la Academia Francesa
en 1728. Entre 1728 y 1731 Montesquieu realizó un viaje por diversos países
de Europa, que le llevó finalmente a Gran Bretaña, donde estudió la
Constitución y valoró el carácter progresivo de sus leyes.
De
regreso en Francia, sus estudios sobre historia y teoría política se
reflejaron en sus Consideraciones sobre las causas de la grandeza de los
romanos y de su decadencia (Considérations sur les causes de la grandeur des
Romains et de leur décadence,1734), que tendrían escaso éxito, y más tarde
en El espíritu de las leyes (L’esprit des lois, 1748), con la que sí que
Montesquieu obtendría un reconocimiento público importante, amén de
numerosas críticas desde ambientes religiosos: La Sorbona condenó el libro y
la Iglesia lo incluyó en su famoso Índice.
En
esta obra, Montesquieu trata de dar rigor científico al estudio de las leyes
y los sistemas de gobierno, a los que considera determinados por
circunstancias tales como el clima o la raza, y no por la providencia
divina.
Desde un punto de vista moderno, sin embargo, lo más importante de estas
obras es la defensa que en ellas realiza del liberalismo y la tolerancia, la
crítica al racismo y al despotismo y, muy especialmente, su propuesta de
establecer una división de poderes en el Estado, para impedir que ninguno de
ellos se exceda en sus funciones.
El
reparto del poder del estado es necesario para evitar la acumulación en una
sola mano que pueda ejercerlo de manera despótica. Para ello, debe dividirse
en tres partes, cada una con una misión específica y diferente, que supongan
un equilibrio y contrapesen la actuación de las demás. La división de
poderes en tres (legislativo, ejecutivo y judicial) y su adscripción a
instituciones diferentes es garantía, según Montesquieu, contra un gobierno
tiránico y despótico. La fórmula propuesta es hoy plenamente aceptada por
los regímenes democráticos, que basan en este esquema político sus
planteamientos de gobierno.
Montesquieu falleció en París en 1755. La influencia de Montesquieu sobre la
teoría política del liberalismo y sobre las ideas que habrían de llevar a la
Revolución Francesa fue muy importante, y a su muerte sus obras se habían
convertido en la lectura preferida de los intelectuales y gobernantes de
toda Europa. |
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