Nació en la actual Austria en 1.756, hijo del violinista y compositor
Leopold Mozart, Wolfgang Amadeus fue un niño prodigio que a los cuatro años
ya era capaz de interpretar al clave melodías sencillas y de componer
pequeñas piezas. Junto a su hermana Nannerl, cinco años mayor que él y
también intérprete de talento, su padre lo llevó de corte en corte y de
ciudad en ciudad para que sorprendiera a los auditorios con sus
extraordinarias dotes.
Algunas de las capitales como Munich, Viena, Frankfurt, Paris y Londres en
las que Wolfgang Amadeus Mozart dejó constancia de su talento antes de
cumplir los diez años. No por ello descuidó Leopold la formación de su hijo:
ésta proseguía con los mejores maestros de la época, como Johann Christian
Bach, el menor de los hijos del gran Johann Sebastian, en Londres, o el
padre Martini en Bolonia.
En
la época de sus primeras sinfonías y óperas, escritas en el estilo galante
de moda, poco personales, pero que nada tienen que envidiar a las de otros
maestros consagrados. Todos sus viajes acababan siempre en Salzburgo, donde
los Mozart servían como maestros de capilla y conciertos de la corte
arzobispal.
Espoleado por su creciente éxito, sobre todo a partir de la acogida
dispensada a su ópera Idomeneo, Mozart decidió abandonar en 1781 esa
situación de servidumbre para intentar subsistir por sus propios medios,
como compositor independiente, sin más armas que su inmenso talento y su
música. Mozart fracasó en el empeño, pero su ejemplo señaló el camino a
seguir a músicos posteriores, a la par también de los cambios sociales
introducidos por la Revolución Francesa; Beethoven o Schubert, por citar
sólo dos ejemplos, ya no entrarían nunca al servicio de un mecenas o un
patrón.
Tras afincarse en Viena, su carrera entró en su período de madurez. Las
distintas corrientes de su tiempo quedan sintetizadas en un todo homogéneo,
que si por algo se caracteriza es por su aparente tono ligero y simple,
apariencia que oculta un profundo conocimiento del alma humana.
Las Obras Maestras se sucedieron: en el terreno escénico surgieron los
singspieler. El rapto del serrallo y La flauta mágica, partitura con la que
Mozart sentó los cimientos. |
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